Cosmogonías (2018)

La Línea Piensa #107. COSMOGONÍAS de Florencia Rothschild, en el CC Borges. Curaduría: Eduardo Stupia


















Más allá de la inmediata empatía, o incertidumbre, que el espectador pueda experimentar frente a la obra de Florencia Rothschild, la noción de cosmogonía que pregona la artista se impone con naturalidad, como reflejo de un eficaz desarrollo temático-metafórico y, a la vez, de una concreta modalidad operativa. A la intrigante situación de vernos enfrentados a los sucesos proteicos de un peculiar mundo de formas y fisonomías volubles, se suma la evidencia de que, para Rothschild, el big-bang de su expansivo universo es el resultado del dinámico encuentro de la tinta y el color con la burbuja acuosa y su instantáneo correlato de la mancha; una mancha que, como camaleónico espejo líquido, adquiere, asombrosamente, personificación y carácter.

El efecto es pregnante, misterioso, como si de algún modo la iconografía que persigue la artista – o que la persigue a ella - se extrajera de la búsqueda, en escala menor y artificialmente, de una fenomenología de fuerzas, magnitudes y proporciones que, en el choque o combinatoria de sus cualidades físicas, se comportan como fantásticos planetas de ambigüedad y locura, a mitad de camino entre criaturas de sueño, máscaras desquiciadas, cuerpos de desmembrada sensualidad y apariciones espectrales de hechizada sugestión .

En sistemática confluencia, los rostros, los gestos, las poses y las antropomórficas figuras corporales dialogan, se estremecen y distorsionan en turgentes células globulares, que a veces tienen la deliberada simpleza de una expresividad rústica, primaria, o bien semejan estilizadas versiones de arcaicas anatomías. Según parece insinuarlo la estrategia de todo el planteo, Rothschild pudo haber ideado inicialmente un bizarro catálogo tipológico sólo para proceder enseguida a diluirlo, desmintiendo la singularidad de cada caso en una serie retratística diseminada, de indiscriminada multiplicación. Allí, lo que se detecta no es tanto la variación de filiaciones sino la irrupción a medias festiva, a medias macabra, de una incesante metamorfosis; una galería falsamente taxonómica con remedos de humanidad retórica, presa de muecas y posturas de inescrutable derrotero y con un adn igualmente indescifrable.



Eduardo Stupia
















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